El agua es un pilar para avanzar hacia el desarrollo sostenible en todas sus dimensiones, tanto social como económica y medioambiental. Si no conseguimos alcanzar este objetivo, no se lograrán muchos otros ODS para los que el agua y el saneamiento son requisitos básicos: pobreza (ODS1), acceso a servicios básicos (ODS11), nutrición (ODS 2), salud (ODS3), educación inclusiva (ODS4), igualdad de género (ODS5), productividad (ODS8), etc.
Este enfoque transversal del agua supone un reto en sí mismo, porque requiere de la cooperación entre diferentes sectores y actores para los que el agua es imprescindible (agricultura, industria, energía, turismo, etc.) para conseguir una gestión del recurso eficiente y equitativa, que permita, ante todo, preservar los ecosistemas.
Pero el agua y el saneamiento son además derechos humanos reconocidos por Naciones Unidas (ONU, 2010), lo que supone que, entre los múltiples usos que requieren del agua, el acceso universal a una cantidad suficiente, salubre, aceptables, asequible y accesible para usos personales y domésticos debe ser la prioridad. El ODS6 lo define como “gestión segura” y lo establece como el nivel de servicio a alcanzar para todas las personas.
Hoy en día, más de 884 millones de personas en el mundo careen de acceso seguro a agua potable y 1000 millones no disponen de ninguna infraestructura de saneamiento (más info https://elpais.com/elpais/2016/11/17/planeta_futuro/1479404840_761183.html y https://elpais.com/elpais/2017/11/24/3500_millones/1511530519_128900.html).
Para mí, ese es el gran reto que nos planeta el ODS6.
Otro reto es conseguir que esos logros se hagan de una manera inclusiva y equitativa, sin dejar a nadie atrás, como promulga la propia Agenda 2030. En este punto me gustaría llamar la atención sobre los impactos tan diferentes que tiene la escasez de agua en las mujeres y en los hombres. Según ONU-Agua, en 8 de cada 10 hogares que carecen de agua, son las mujeres y las niñas las encargadas de recoger el agua para abastecer a sus familias, lo que implica problemas de salud por el acarreo durante largas distancias, mayor exposición a agresiones y un tiempo que deja de emplearse en educación, labores productivas o incluso participación en la vida social y política, con lo que resulta muy difícil escapar del círculo de la pobreza. Como ejemplo, hay ya muchos casos exitosos de procesos de empoderamiento de mujeres que han conseguido pasar de meras espectadoras en la gestión y control del recurso hídrico en sus comunidades, a ocupar un puesto protagonista, consiguiendo así un enorme impacto en el camino hacia la igualdad de género (Objetivo 5 de la Agenda 2030). https://elpais.com/elpais/2019/03/22/3500_millones/1553211216_267066.html
Qué aporta la ingeniería
Es cierto que para lograr el ODS6 hace falta construir nuevas infraestructuras (o rehabilitar y modernizar las existentes) e innovar en nuevos procesos para lograr mejores niveles de eficiencia, y ahí la ingeniería tiene un papel fundamental. Sin embargo, no perdamos de vista que, para que estos avances sean sostenibles y lleguen a ser realmente universales, es necesaria la elaboración de marcos normativos y regulatorios, la formulación de políticas públicas y planes, el fortalecimiento de capacidades, la mejora y adecuación de la gestión de los servicios y el diseño de sistemas de información que permitan conocer si estamos avanzando en el logro de las metas del ODS6 o necesitamos poner el foco en algún colectivo en concreto, porque, como dice ONU-Agua, ninguna meta se alcanza si no se alcanza para todos.
En todos estos ámbitos, los ingenieros e ingenieras tienen muchísimo que aportar, y muchas veces se echa en falta su contribución, pensando quizás que es un campo reservado a otras especialidades. Y nada más lejos, desde mi experiencia.
Alianzas para alcanzar las metas
Desde la organización en la que trabajo desde hace ya 20 años, ONGAWA, Ingeniería para el desarrollo humano, y en la que colaboran más de 1200 personas vinculadas en su mayoría al mundo de la ingeniería, hemos asumido estos retos como propios y trabajamos tanto en España como en otros países de África y Latinoamérica, para contribuir a alcanzarlos. Y lo hacemos en alianza con muchos otros actores (administración, empresas privadas, universidades, organizaciones sociales,…) buscando aglutinar distintas capacidades.