En plena crisis sanitaria mundial por el coronavirus, el día 7 de abril celebrábamos el Día Mundial de la Salud y la OMS rendía un homenaje especial al colectivo de enfermería. Tendemos a dar nuestra salud por sentada pero te propongo que esta pandemia sea una oportunidad para incorporar el agradecimiento en nuestras vidas.
Los primeros estudios acerca de la gratitud los situamos en el campo de la filosofía y teología, y no es hasta finales del siglo XX, que se incorporó a la Psicología. La RAE la define como el “sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio y el favor que nos ha hecho o ha querido hacer y a corresponder a él de alguna manera”.
Podemos diferenciar dos tipos de gratitudes: la condicional que implica sentirse bien cuando las cosas han salido como esperábamos y la incondicional en la que se da un hábito de sentirse bien sin que haya ocurrido ningún acontecimiento específico (sería como estar agradecido/a por todo y por nada a la vez).
Implica mirar lo que tenemos y no lo que no tenemos. No se trata de dulcificar o negar una parte de la realidad: se trata de desviar el foco de atención, especialmente en aquellos momentos en que nos resulta complicado no estar removiendo los aspectos adversos y dolorosos de la realidad. Implica tener presente también lo negativo que nos sucede porque sin duda son experiencias ricas en aprendizajes.
Creo que la lista de las cosas por las que estar agradecido/as es larga : el hecho de poder levantarnos cada día, el vivir en un país desarrollado con muchas (quizás demasiadas) comodidades, la posibilidad de comer varias veces al día, tener un hogar en el que vivir, poder contar con agua potable, disponer de una sanidad pública accesible a todo/as, tener familiares y amigo/as en los que poder apoyarnos, estar sano/as…en definitiva estar vivo/as. Pero querría centrar estas líneas en la aportación de los estudios psicológicos a esta disposición general a apreciar los aspectos positivos de la vida.
Me parece importante resaltar el listado de beneficios para nuestra salud tanto física como psicológica del agradecimiento:
Pero además la gratitud es un potente predictor de la calidad de nuestras relaciones sociales: fortalece las relaciones, facilita el comportamiento prosocial, aumenta la probabilidad de prestar ayuda a otros, estimula la cooperación. Despierta cualidades y habilidades como la empatía, la calidez, el altruismo, la amabilidad, la sinceridad del corazón, mejora la disposición a perdonar. Nos ayuda a sentirnos menos solo/as y aislado/as. Conseguir algunas de estas cosas nos sería de gran ayuda en estos momentos.
Trabajemos estos días de Semana Santa con uno de los grandes males del ser humano: el ser uno/as ingrato/as. Revisemos nuestra humildad y nuestro orgullo. Cultivemos la gratitud una vez más en las cosas pequeñas y cotidianas.
Empecemos o terminemos el día teniendo ese diálogo interno. Podemos hacer un diario de gratitud y dedicar unos momentos diarios o semanales a completarlo.
No silenciemos nuestro agradecimiento: no sirve de nada ni a nadie. Elogiemos a personas que no solemos alabar. Escribamos una carta a alguien importante en nuestra vida. Hagamos una llamada a un familiar y/o amigo/a que se ha ganado un sitio especial en nuestra vida, que ha estado y/o está ahí a tu lado cuando lo/a necesitas. Agradezcamos los gestos cotidianos de las personas que nos rodean.
Esta fortaleza que habla de nuestro bienestar subjetivo en nuestra vida cotidiana tiene un efecto protector en nuestra salud. Y la buena noticia es que es una habilidad y por lo tanto se puede entrenar. Hagamos del “gracias” una palabra más expresada estos días. Y, como decía Jean de La Bruyère: “Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”.
¡Mucho ánimo y dedica parte de tu tiempo al #DiaMundialDeLaSalud!
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